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La Renovación Carismática ¿Católica?

Actualizado: 24 jul


El catolicismo exige ser predicado al intelecto, configurando así al hombre con Cristo, muy por encima de los sentimientos. Algunas corrientes espirituales no entienden esto.


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Por Luis Ángel Ramírez Ramírez


En las últimas décadas, la vida de la Iglesia se ha visto permeada por diferentes espiritualidades que, al menos por sus intenciones, buscan edificarla, pero por sus orígenes y doctrinas parecieran alejarse de la verdad predicada durante siglos por la Iglesia. Así, lo que antes hubiera sido condenado, hoy confunde espiritualmente a muchos católicos.


En el presente artículo, trataremos la existencia de la llamada Renovación Carismática Católica en el Espíritu Santo y de cierta forma, del carismatismo como forma de adoración y evangelización en el ambiente católico. Sabemos que podrá ser un poco incómodo en su discurso, pero, en favor del lector, invitamos a que sea entendido en su plenitud y, sin duda alguna, la invitación se extiende a verificar por cuenta propia los datos aquí aportados.


Este movimiento de renovación, como su nombre lo indica, nace en la Universidad de Duquesne en Pittsburgh, en el año de 1967. En dicha universidad católica dirigida por la congregación del Espíritu Santo, un grupo de estudiantes dirigidos por los profesores William Storey y Ralph Keifer tuvieron una sesión de oración en la que comenzaron a recibir dones y carismas. Dicha experiencia en conjunto fue denominada “bautismo en el Espíritu”. Sin embargo, la idea de los profesores no nació de ellos o en alguna doctrina católica; dichos profesores asistieron a la oración protestante de denominación pentecostal debido a que sus alumnos de teología mostraban un cierto aburrimiento en el seguimiento de la doctrina católica que estudiaban.


Buscando ideas, asistieron a una reunión con las pentecostales Betty Scharich y Florence Dodge, donde luego de una oración espontánea e improvisada, alabanzas con bailes e imposición de manos entre ellos, comenzaron a experimentar lo que llamaron efusión de los dones del Espíritu. Así, Storey y Keifer procedieron a realizar el 17 de febrero de 1967 la primera asamblea carismática con sus alumnos replicando el proceder de aquellas herejes y encontrando en sus alumnos dones y carismas como el descanso en el espíritu, don de lenguas, entre otros.


Ordinariamente, cuando alguna persona le pregunta a algún miembro de este grupo por su fundador, la respuesta suele ser que su fundador no es ninguna persona como tal, sino el Espíritu Santo mismo y, en el mejor de los casos, conocen y mencionan aquella primera reunión en la Universidad de Duquesne. Suele ser, por sus mismos miembros, poco conocido el dato real e histórico sobre la reunión de los profesores católicos con los herejes pentecostales y que influenció directamente aquella primera reunión.


Es necesario, por honestidad y claridad doctrinal, mencionar esta forma de fundación de un movimiento llamado católico, pero que hunde sus raíces doctrinales e históricas en enseñanzas ajenas a las de la Iglesia Católica.


En el Documento de Mallinas, realizado por el Cardenal Leo Jozef Suenens quién fuera famoso por su pensamiento en favor de los anticonceptivos y del progreso de la visión católica al respecto, se destaca su relación ecuménica y de respeto con otras denominaciones protestantes que alaban de la misma forma a Cristo, respetando sus inclinaciones y entendiendo en su singularidad que el Espíritu Santo dirige como Él quiere a cada comunidad eclesial. Esto, sin duda alguna, es un acento ecuménico heterodoxo que se separa completamente de la visión de unidad de la Iglesia buscada siempre y sólo sobre la verdad revelada y no sobre los pareceres de cada iglesia o secta separada de la unidad católica.


Más aún, la legitimación de este movimiento y otros más de su mismo tipo suele darse por los fenómenos aparentemente inexplicables y sobrenaturales que se acostumbran durante sus asambleas y cuya responsabilidad es otorgada al Espíritu Santo en supuesta concordancia con los dones mencionados en el libro de los Hechos de los Apóstoles acontecidos en las primeras comunidades cristianas. El argumento suele ser muy sencillo: estas cosas maravillosas, no pueden ser sino garantía de que es el Espíritu quién obra aquí.


Y al menos por coincidencia histórica, podemos recordar una situación similar en el siglo XVII, cuando los jansenistas convulsionarios, seguidores del hereje Jansenio cuya doctrina escrupulosa y protestante fue condenada por la Iglesia, al reunirse en la tumba del diácono jansenista Francois de París, experimentaron convulsiones, descansos, dones y experiencias supuestamente sobrenaturales, encontrando en ello la obra de Dios en favor de su doctrina. Por demás está decir que la Iglesia lo tuvo como parte de los errores de los mismos y fue tomado como “histeria colectiva”, de la que, autores católicos apologetas de gran autoridad como Flaviano Amatulli Valente, señalaron también a la RCCES y a sus adeptos.


Sin embargo, los datos aportados, aunque merecen ser atendidos por quienes sean amantes de la verdad, no son el centro de este discurso. Resulta necesario voltear a mirar cómo es que la estructura, la predicación y la orientación de este grupo y otros tantos de la misma índole, se alejan sustancialmente de la verdad de la Iglesia, de su Tradición y de su concepción de la transformación en Cristo.


La verdad por su mismo ser es captada por el intelecto, no por los sentimientos, mucho menos por las pasiones y las emociones. Esto es una verdad predicada por la Iglesia cada que muestra los fundamentos de su doctrina, de manera que la fe resulta no solo algo razonable, sino que exige la relación con la razón que bien ha sido el eje de las defensas doctrinales de tantos Papas, santos y doctores de la Iglesia.


Es, además, una cuestión antropológica; en la integridad del hombre es al intelecto al que le corresponde como objeto la verdad; es con el intelecto con lo que escudriñamos lo que es verdadero y lo que no corresponde a la realidad de las cosas y es en su misma integridad, que la razón busca ordenar la afectividad del hombre sin por ello negarla, es decir, que las lleva a su mejor término, encontrando en ellas algo importante del hombre que manifiesta y matiza sus relaciones, sus vínculos y todo su obrar. La labor de los sentimientos, pasiones y emociones jamás ha sido la misma que la del intelecto, es decir, la de leer y captar la verdad de las cosas.


Por ello la fe católica es predicada al intelecto y, en su unidad con la voluntad es que mueve al hombre a obrar según el Evangelio. Siendo una fe universal es predicada de modo que, sin perder su unidad, puede ser entendida por todos, por la universalidad del espíritu humano en cuanto inteligente y volitivo.


Contrario a esto, la fe protestante, su cosmovisión y su aplicación aparecen en el mundo de lo subjetivo, partiendo sobre todo de su interpretación de la doctrina que es subjetiva y se enraíza en la interpretación personal, por ejemplo, de las escrituras. Lo que esta interpretación hace es descentralizar la fe de su unidad predicando a lo subjetivo del ser humano. La forma de predicar del protestantismo llega ahí donde el ser humano interpreta no de forma objetiva, sino de forma subjetiva, donde no se trata de afirmaciones universales individuales, donde la experiencia e interpretación propia de la doctrina tienen la última palabra; es, en realidad, predicación al sentimiento, a la experiencia subjetiva y será está experiencia la que defina lo que es verdad y lo que no. Podríamos ahondar aún más en esta dimensión de la fe protestante que interpreta a un Dios sometido a sus sentimientos y experiencias personales, pero bástenos darnos cuenta de la distinción entre la predicación al intelecto y al sentimiento.


Dicho de otro modo y sintetizando lo anterior, la fe protestante es predicada de forma sentimental de modo que no impacta en primera instancia el intelecto, puesto que el intelecto no siente, conoce. Al impactar la sensibilidad y los sentimientos de la persona, entra en contacto primero la voluntad como apetito. Esto implica que la voluntad lo encuentre apetecible sin haber pasado antes por el intelecto, que es el encargado de identificar la verdad, para luego comunicarlo como bondad a la voluntad. Si se comunica primero a la voluntad, entonces el hecho de ser verdad no resulta ya un factor decisivo para creerlo o no. La medida de la creencia ahora es lo apetecible comunicado sensiblemente.


¿Qué es lo que encontramos en la forma carismática de proceder, en lo que respecta a la predicación y a la evangelización? Predicación dirigida a la subjetividad del hombre, a las experiencias sensibles y exaltación de los sentimientos positivos que generan un movimiento efímero que lleva a interpretar por verdad todo lo que suceda mientras sea placentero y bonito para quien lo experimenta. Es irrecusablemente, una predicación protestante, cosa nada sorpresiva en este punto del discurso. El añadido de herejías e imprecisiones doctrinales sólo son consecuencia de una fe que deja de pensarse y comienza a sentirse. Se somete a Dios a la experiencia sensible y son la sensibilidad y la emotividad el canon para medir la presencia de Dios. De ahí que nazcan todo tipo de reacciones emocionales e histerias colectivas propias del carismatismo.


El que algo sea dañino para la fe no consiste sólo en que tal o cual contenido contenga errores doctrinales. Es aún más importante la estructura de conocimiento y libertad que nos ofrecen al conocer la fe. La protestantización de la fe no comienza en el cambio de doctrina, sino en cómo conocemos tal o cual doctrina. Si se cambia el "cómo" (estructura), no nos damos cuenta cuando nos cambian el "qué" (doctrina).


Si ha habido bienes o no, de este grupo u otros, posiblemente nadie pueda negarlos, sin embargo, como en muchos casos, ese bien se da “a pesar” de la realidad de un grupo tal y no “gracias a”, pues Dios es experto en sacar bienes en medio de los males.


Valdría la pena entonces preguntarnos si la Renovación Carismática es de algún modo posible “católica” y si sus formas, doctrinas y efectos son propios de un Espíritu Santo que si bien sopla donde quiere, no divide ni contradice.


 
 
 

3 comentarios


Lino Pineda.
18 jul

Buenos días mi querido hermano recibe mi saludo y bendicion para ti y toda tu familia espero en Dios estes muy bien. Soy servidor activo de la Renovación Carismática Católica y quiero expresar ante todo mi debido respeto ante. tus comentarios dionde lamentablemente pones en tela de juicio la obra de Dios para nosotros los Carismáticos nos es nuevo revivir críticas por qué ya en la palabra nuestro Señor Jesucristo nos dice si esto hacen con el árbol verde que no harán con el tronco seco y ese tronco seco simio nosotros. Somos una corriente de gracia en el seno de la iglesia católica y prácticamos el catecismo según la fe de nuestra iglesia santa católica y apostólica y ve…

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Luis Ángel Ramírez Ramírez
24 ago
Contestando a

Buenas noches, te escribe el autor del artículo.

Las razones por las que no es católica son, de hecho, explicadas en el artículo. Tu comentario parece expresar que no hubo el entendimiento suficiente o que no se leyó el artículo. Te invito a revisarlo de nuevo y leer la continuación que se publicará próximamente.


Además, si revisamos la historia, podemos ver qué las muestras de catolicidad de un grupo no depende de qué ellos crean que adoran a Dios y veneran a María Santísima. Muchos, de hecho, creyendo que lo hacían, acabaron fuera de la Iglesia.


Te invito, nuevamente, a leer detenidamente el artículo.

Saludos.

JMJ

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Jorge Torres
18 jul

¡Excelente! Muy necesario esclarecimiento para algo que se excusa traicioneramente en algo tan volátil como el sentimentalismo y socava el verdadero entendimiento de la Fe.

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