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La Razón de la Apologética

En esta época, el anticristianismo se ha puesto más de moda y la gente, en especial, los jóvenes tienden a culpar a la fe de todos los males del mundo y de la historia, por lo que es bueno tener argumentos para probar que esto no es así. 


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Por Jorge Castro de Dios


La apologética puede definirse de forma clásica como la defensa de la fe a través de la razón. Si buscamos las raíces de este término, encontraremos La apología, es decir, el texto en el que Platón narra el proceso judicial de su maestro, Sócrates, que, según el relato, tuvo oportunidad de defenderse, aunque fallidamente, ante las acusaciones de ateísmo y corrupción de la juventud hechas por el estado ateniense, acusaciones que, al final, lo llevaron a ser condenado a muerte.


Más allá del valor filosófico e histórico de la defensa de Sócrates, en ésta se encuentran varios elementos que serían heredados por la apologética católica de manera posterior. En primer lugar, su conformación como una respuesta ante acusaciones injustas (recordemos que Sócrates fue acusado injustamente) y, en segundo lugar, el elemento racional de esta contestación, que busca dar una respuesta para la fe, a partir de la razón, a fin de que ésta sea aceptable también para los no creyentes.


En realidad, si uno observa la historia del cristianismo, verá que desde sus orígenes ha sido una religión no solo perseguida, sino también calumniada y que estos dos elementos hacían necesaria una defensa. A tal respecto, Cristo mismo advirtió a sus discípulos que serían perseguidos como él, pues no eran más que su maestro, además que en su vida también podemos encontrar las acusaciones frecuentes e injustificadas, sobre todo, por parte de los fariseos, quienes lo tacharon de todo, incluso, de ser un endemoniado.


Tras la muerte de Cristo, sus palabras se cumplieron al pie de la letra y una primera prueba de ello fue el destino de sus apóstoles, pues todos murieron martirizados, excepto San Juan, quien se salvó milagrosamente del martirio, pero lo sufrió. Más aún, al mismo tiempo que sucedían las sangrientas persecuciones, los primeros cristianos eran también blanco de acusaciones absurdas y sin fundamento, muchas veces hechas para quitarles credibilidad o justificar la persecución, por ejemplo, Nerón culpó a los cristianos de la quema de Roma y los primeros romanos decían que eran caníbales, a causa de la eucaristía.


Por eso, no es extraño que los padres de la Iglesia escribieran tantos textos para probar la racionalidad de la fe y también que muchísimos doctores de la Iglesia se movieran en esa misma línea, mostrando la imposibilidad y consecuencias de algunas graves herejías. Quizá el campeón más sonado de esto fue San Agustín, que antes de ser cristiano estuvo en todas las herejías de su época (decirlo es una pequeña exageración) y que, después, escribió en contra de todas ellas (decirlo, quizá, no es una exageración, pues escribió contra el donatismo, el arrianismo, el maniqueísmo, el pelagianismo y contra los priscilianistas).


Si damos un salto a la modernidad, un elemento importante respecto a la apologética fue que surgieron las primeras herejías, que se resistieron a morir. Con esto me refiero a que en el pasado habían existido herejías, algunas muy peligrosas y de gran popularidad como el arrianismo o los cátaros, pero estas habían sido derrotadas por la ortodoxia y acabado por morir o, al menos, por hacerse las muertas, ya que varias regresaron siglos después con otros nombres y fundadores, pero con los mismos postulados.


En cambio, el protestantismo fue la primera herejía, o herejías, que se negó a morir, excepto si tomamos en cuenta al islam como una herejía cristiana, ya que algunos pensadores opinan esto y si hacemos una diferencia radical con los ortodoxos, quienes, a pesar del cisma, tienen una teología muy similar a la del catolicismo. En cambio, los protestantes negaron muchísimas verdades de la fe, algunas de las más bellas, antiguas y amadas como la veneración a María o el santísimo sacramento, y desarrollaron su propia teología separada del catolicismo, incompatible con él y, por momentos, monstruosa, como en lo relativo a la predestinación. En lo demás, sin embargo, no se separaron mucho de los métodos de otros enemigos de la fe, pues iniciaron una leyenda negra contra la Iglesia y caricaturizaron su doctrina para dar la impresión de que era mejor creer en la suya.


Ahondando un poco en esto, en 2017 se cumplieron 500 años de la Reforma Protestante, año en el que el Vaticano, tristemente, declaró a Lutero testigo del evangelio, nombramiento que carece de sentido, pues no puede ser un testigo de la verdad revelada quien la niega y los protestantes niegan gran parte del evangelio, si bien lo hacen bajo argumentos como el libre examen y el racionalismo histórico, que llevados al extremo les permiten justificar cualquier cosa, como muchos, efectivamente han hecho aprobando el aborto o negando la inmortalidad del alma.


De cualquier manera, si he realizado este breve recorrido histórico es con dos objetivos. El primero, mostrar que la apologética es necesaria, porque siempre va a haber amenazas y calumnias contra la fe y nuestro deber es contestar a ellas. En esta época, el anticristianismo se ha puesto aún más de moda y la gente, en especial, los jóvenes tienden a querer culpar a la fe de todos los males del mundo y de la historia, por lo que es bueno tener argumentos para probar que esto no es así.


En segundo lugar, he querido recordar que una de las más grandes glorias del catolicismo ha sido ser la única religión razonable y no racional; es razonable porque da razones para creer, que justifican la creencia y mueven a la voluntad a aceptarla, no es racional, porque no es un teorema ni una fórmula, la razón no puede comprenderla en sentido estricto, puesto que es un misterio y hace formulaciones de las cuales se dice que el intelecto no puede afirmar ni negar nada como, por ejemplo, el hecho de que Dios sea tres personas a la vez, si bien, da razones para creer en esto.


Este último punto es importante, ya que Aristóteles define al hombre como un animal racional y, por tanto, todo lo que se relaciona con él es o debe ser racional también. Las personas podemos vivir con cierta irracionalidad, con una mala filosofía o como si nada importara, pero no podemos hacerlo por demasiado tiempo, si queremos seguir viviendo como personas. Y es que estamos inclinados al sentido y, por eso, buscamos justificaciones y explicaciones para el mundo y para nosotros, incluso justificaciones malas, porque en este campo de tener una mala justificación a no tener ninguna, es mejor lo primero.


En ese sentido, la apologética es tan importante que, incluso, si los ataques contra la fe no existieran y no hubiera otras religiones a las cuales convertir, sería importante seguir practicándola y no solo para los otros, sino para nosotros mismos, puesto que nosotros también necesitamos justificarnos nuestra fe. Todo lo que se hace con razón, adquiere un cierto gusto o sabor nuevo, quien escucha música o ve una pintura y sabe del tema, lo disfruta mucho más, porque tiene una comprensión más profunda de ello. Si esta es una realidad de todas las cosas, no olvidemos que es también de la fe, que, como virtud, es una perfección del entendimiento y que por eso solo se puede dar en quien aún no lo ha perdido.


 
 
 

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