Ejemplo Para los que Quieren Amar
- Adveniat

- 16 oct
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Actualizado: 16 oct
Santa Margarita María Alacoque “amó como un Serafín, amó hasta más no poder amar, amó hasta la consumación de su corazón en las llamas del amor divino, amó viviendo vida de amor y muriendo por los ardores del amor”: San José María Robles Hurtado.

Adveniat
Si la bellísima y perfumada flor de Paray, Margarita María, es para vosotras Madre y Maestra, necesario es que, como hijas suyas, viváis la vida que ella vivió, y, cual, sus discípulas, escuchéis y practiquéis sus enseñanzas, que no son otras sino las que dimanan de su misma vida.
No se llama por la madre hijo, sino al que ha sido engendrado en su propio seno; y no es discípulo sino el que ha escuchado y lleva a la práctica las lecciones de aquel a quien denomina Maestro.
Imposible, es, pues, que la Víctima Predilecta del Corazón Eucarístico os diga hijas, si no tenéis su propio espíritu, y no podéis llamarla Maestra si aún no rigen vuestra vida religiosa sus lecciones.
“Amame, dijo Jesús a nuestra santa madre, y amándome harás más de lo que me has prometido”. Y Margarita contestó a su Amado: “Te amo”, y amó como un Serafín, amó hasta más no poder amar, amó hasta la consumación de su corazón en las llamas del amor divino, amó viviendo vida de amor y muriendo por los ardores del amor.
Aquí tenéis sintetizada la vida de nuestra santa madre y Maestra: AMAR.
Si la contemplamos en su vida de inmolación como verdadera Víctima del Calvario y del Sagrario; si aparece a nuestros ojos tributando sin cesar consolación al Prisionero Eucarístico; si nos arroba con su celo apostólico; si descubrimos en Ella un número indecible de actos heroicos de todas las virtudes; sí, así es Margarita, es así porque amaba; amaba con delirio.
Si las mismas penas del infierno nada serían para el alma que en ese lugar pudiera amar; con razón sobrada Margarita caminó por la senda del sacrificio con el consuelo en su pecho y la angelical sonrisa en sus labios; por eso llevó con ánimo generoso las humillaciones, la persecución, las penas interiores y las enfermedades.
Ella lo decía: “Basta amar al Santo de los Santos para llegar a ser Santo”; ¿y quien nos lo impedirá, teniendo corazón para amar y cuerpo para sufrir?
La santidad admirable de Margarita, debo insistir, y la heroicidad en todos sus actos, no reconocen otro principio sino el amor en que estuvo abrasado su corazón. Momentos antes de expirar la Serafin del Corazón de Jesús, exclamaba: “ay, que me abraso, que me abraso”. Si fuese de amor divino, ¡que consuelo! Que dicha amar a Dios ¡Ay!, qué dicha. Amad a este Amor; pero amadle con perfección”.
No podía morir de otra suerte quien durante toda su vida no había tenido más ejercicio que el del amor. “Yo -dijo nuestra santa madre y lo cumplió-; yo quiero poner todo mi ejercicio en amar y abrasarme en los ardores divinos, y el Sagrado Corazón será el altar de mis sacrificios”.
“Ojalá ardiésemos eternamente en la encendida hoguera del Corazón divino” “Amémosle con todas nuestras fuerzas y consagrémosle todo a su amor… Amémosle, pero sin excepción, démosle todo, sacrifiquémosle todo”...
Tal fue vuestra santa Madre, carísimas hijas: UN SERAFIN.
Nuestra santa madre amó con todo su corazón al divino de Jesús, porque lo conoció como en Sí mismo es, dignísimo del amor de los Ángeles y de los hombres.
Le amó así, porque sentía el peso del amor infinito que ese Corazón adorable nos tiene. Sentía el peso de las palabras de Jesús: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres”... “He aquí el Corazón que se abrasa y consume de amor por los hombres”.
Le amó así; porque el alma de Margarita, determinada por la gratitud, correspondía con amor a los beneficios de su Amado Bienhechor. Si de Jesús recibimos cuanto somos y nos pertenece, si nada ha dejado de hacer por nuestra felicidad, si se nos entregó en la Cruz hasta su postrer suspiro y se nos entrega día a día en el Sagrario en Cuerpo, Sangre, Alma y divinidad, ¿será posible que dejemos de amarle sin medida y sin fin?
Le amó así; respondiendo a la necesidad natural de nuestro Corazón que ha sido creado para amar la verdad, la belleza y la bondad y el Corazón de nuestro Dios es verdad por esencia, Belleza infinita y Amor sumo.
El amor de nuestra santa madre, como verdadero amor que brotaba no de sus labios sino de su alma, amor no de palabras sino de obras, terminaba como en su fin último en el Corazón de su Dios, y como repercusión o adentro de su amor a Dios, amaba a la criatura; la amaba no porque en sí sea digna de ser amada, sino porque en ella descubría al Creador y escuchaba su precepto: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. “El que dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso, según la expresión del Santo Evangelista.
A todos amaba con ternura más que maternal: pero sus predilecciones las tenía para los más desgraciados y para aquellos que la hacían sufrir, a quienes llamaba sus mejores amigos.
En su amor a las almas rogaba sin cesar por todas, y por todas se ofrecía Víctima de propiciación. “Borradme del libro de la vida y no perdonéis mi existencia, con tal de que perdones a esas almas que tan caro os han costado. ¡Oh Dios mío!, suplicaba nuestra santa Madre por los pecadores.
En el corazón de Margarita jamás halló cabida el resentimiento, la frialdad, falta de voluntad o cualquier acto que en lo más mínimo dañara la santa caridad. Su espíritu de caridad para el prójimo la hizo benigna, amable, paciente, dulce, confiada, sin celos, sin envidias y feliz en medio de los sufrimientos que le sobrevenían y satisfecha con lo que se le proporcionaba para sí y para sus empresas.
A grandes rasgos y con notable imperfección os he trazado la imagen de nuestra santa madre: Amor fue Margarita para el Corazón de Jesús, particularmente en la Eucaristía, y amor fue para las almas. Y por haber sido amor, mereció ser la confidente, la evangelista y la apóstol del Corazón de Jesús.
Por haber sido amor, embriagóse en el océano de las ternuras de Jesús, quien la eligió por su Víctima Predilecta, por la hija que descansa en los brazos omnipotentes de amoroso Padre y por el objeto de su amor Eucarístico. Mereció oír de los labios de su Jesús: “Es tanto lo que gozo viniendo a tu corazón, que si no hubiera instituido el Santísimo Sacramento, lo instituiría por el placer de habitar en tí”.
Por haber sido amor Margarita, no tenía más consuelo que carecer de todo consuelo.
Por haber sido amor, llegó a la altísima cima de santidad en que extáticos la contemplamos.
Por haber sido amor, le fueron entregadas las almas del universo entero, para que llevara a ellas el conocimiento y el amor al Corazón que infinitamente ama a los hombres y de quienes no recibe sino ingratitudes.
Por haber sido amor, Jesús le entregó su Corazón herido y destrozado para que lo curara con el bálsamo de su mismo amor.
Por haber sido amor, Margarita reina ahora abismada en el seno de la Divinidad, amando al Amor infinito y deleitándose en su contemplación.
Mirad atentamente el Corazón de vuestra santa madre, examinad el vuestro y contestad a Jesús: ¿No se avergonzará vuestra madre en llamaros sus hijas? … ¿verdaderamente sois sus discípulas?
Extracto de una Carta escrita el 2 de Octubre de 1923 por el Sacerdote, fundador y mártir de la persecución religiosa en México, San José María Robles, a las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús Sacramentado, congregación por él fundada.
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