Donde una sea Quitada, hay que Poner mil Cruces más
- P. Jorge Hidalgo

- 18 sept
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La gloria de Cristo está en la Cruz, por eso el enemigo de Cristo la combate y la quiere quitar de todos lados, de todo ámbito, incluso de nuestra vida.

Por P. Jorge Hidalgo
Cuando se escucha hablar de “llevar la cruz”, siempre se le relaciona con algo negativo, algo que me priva de algo, o utilizamos la palabra cruz como sinónimo de que lo que estamos viviendo implica un esfuerzo o un dolor; pero en realidad la Cruz significa ante todo, la Victoria de Nuestro Señor y debemos gloriarnos en la Cruz de Cristo, como dice San Pablo.
¿Por qué uno se tiene que gloriar de algo que en sí mismo no es amable?, ¿quién podría gloriarse en el sufrimiento o el dolor? Justamente la gloria está en la voluntad de Dios que quiso redimir a todo el género humano a través de la Pasión de nuestro Señor. Aquí está la gloria de Cristo el Señor, dijo cuando iba a ser exaltado sobre la tierra e iba a atraer a todos hacia sí, es decir que la glorificación del Mesías como el Verbo Encarnado está justa y paradójicamente en su Muerte, en su Pasión, en la entrega de su vida por nosotros.
Por eso es fundamental que siempre meditemos y tengamos presente en todas las etapas de nuestra vida cristiana, la faceta de la Cruz, sobre todo en los momentos donde la vida cristiana parece que es difícil, cuando cuesta cumplir algún mandamiento, cuando tengo alguna dificultad interior; es en esos momentos en los que uno tiene que proclamar: la Cruz de Cristo es la gloria de Cristo.
Sin cumplir la voluntad de Dios es imposible llegar al Cielo, y la voluntad de Dios para Cristo fue la Cruz, no porque Él la necesitara para llegar al Cielo -porque Él ya lo tenía desde toda la eternidad porque es Dios de Dios-, sino porque tenía que redimir a todos los hombres. Voluntariamente Él quiso manifestar, con el dolor, el amor que tiene por nosotros, para que quedara de manifiesto.
Quien contemple a Jesús en la Cruz; un Hombre crucificado, humillado, escupido, magullado, condenado injustamente, que no tenía necesidad de pasar eso sino que lo eligió -porque dijo Nuestro Señor que nadie le quita la vida, sino que la da voluntariamente-, podrá entender que esto va en serio, que ser cristiano no es un juego, el amor de Cristo fue verdad hasta la muerte y muerte de Cruz.
¿Por qué Cristo hizo todo eso? Porque “anda mendigando nuestro amor” (como escribió San José María Robles Hurtado, mártir cristero), a ver si nos damos cuenta que su amor es real, que nos ama hasta la muerte y sin necesitarlo.
Una nueva concepción del dolor
Cristo pasó por todo género de dolores, como explica Santo Tomás, así que no hay ninguna faceta dolorosa de nuestra propia existencia humana que Cristo no haya santificado. La enfermedad propia o de un ser querido, la tristeza por la ausencia de un familiar o por la situación difícil de alguien de la familia, la muerte de alguna persona cercana, la tribulación, la angustia, el dolor que causa saber que algún familiar rechaza a Dios o vive en pecado mortal, son algunas de las cruces que una persona puede enfrentar de una manera cristiana, porque Cristo ha dado al dolor una nueva mirada, la mirada sobrenatural.
Además, siempre debemos recordar y meditar que el demonio venció en un árbol al primer hombre y a la primera mujer, y con ello inclinaron a todo el género humano a la perdición; por eso era necesario que el que venció en un árbol, sea en un árbol vencido, así que el nuevo Adán, que es Jesucristo, venció al demonio en el árbol de la Cruz, pero el demonio terminó humillado y siendo despojado de todo el género humano. Cristo, como nuevo Adán hizo nuevas todas las cosas en el árbol de la Cruz.
Sin Cristo, el mundo se desmorona
“Hay muchos que se comportan como enemigos de la cruz de Cristo, lo digo llorando, su fin es la perdición, su dios es el vientre y no trabajan sino solamente para las cosas de la tierra”, dice San Pablo en Filipenses.
Son muy peligrosas esas personas que se comportan como enemigos de la Cruz de Cristo. Personas que trabajan solamente para las cosas de la tierra, que viven solamente para las pasiones, que no entienden y se preguntan para qué tenemos al Crucificado y por eso lo quieren quitar de todos los lugares. Los protestantes preguntan por qué se tiene a Jesús crucificado en las iglesias, los liberales que sacan las Cruces de los edificios de gobierno y de los lugares públicos; se comportan como enemigos de la cruz de Cristo porque viven para sus pasiones y lamentablemente, como dice la Escritura, su fin es la perdición, si no se convierten.
Nuestra responsabilidad es rezar por ellos, por los que nos agravian, por los que nos hacen el mal, por los que combaten contra Cristo; y si quitan una Cruz hay que poner mil más, esa debe ser nuestra actitud como cristianos. De hecho, cuando los cristianos buscaban ante todo el reinado de Cristo, fue cuando existió la Cristiandad y todas las naciones se sometieron al imperio de Cristo, y entre ellas vivían en paz y en concordia, y vivían en una amistad sin igual; en cambio, ¿qué pasa ahora?
Destronaron a Cristo especialmente en la Revolución Francesa y quisieron imponer un nuevo código, de la libertad, de la igualdad, de la fraternidad que es un código masónico, el código de los derechos humanos. Pero, ¿qué ha resultado de todo esto? Está, por ejemplo, lo que ocurre en Gaza, literalmente los van a matar de hambre y, ¿dónde están los derechos humanos de Europa? ¿Qué hace la ONU? Son todas pamplinas: jamás va a existir la verdadera justicia porque el Señor ha sido quitado del trono.
Sin Cristo, el mundo se desmorona; sin el Crucificado no hay paz ni justicia posible y no hay caridad verdadera ni auténtica. Por eso debemos pedir la gracia de luchar para que Jesús reine desde la Santa Cruz, para que los demonios queden derrotados. Así se cumplirá la palabra de la Escritura que dice: Deus noster regnabit a ligno, es decir: “Nuestro Dios reinará desde un madero.”
La Santa Misa como renovación del Santo Sacrificio de Cristo
Es importante recordar que la Santa Misa es la renovación del Sacrificio de la Cruz y que por eso no es un lugar para bailar o aplaudir, no es un lugar para hacer jolgorios. Al respecto, una vez le preguntaron al Padre Pío:
-Padre, ¿por qué en la Misa no aplaudimos y bailamos?
-Es verdad, en la Cruz alguien festejaba: los judíos y los demonios, respondió el Padre Pío.
Entonces, ¿qué actitud hay que tener en Misa? La actitud que tuviera la Santísima Virgen al pie de la Cruz, la actitud de San Juan que le consolaba; hay que estar en recogimiento. Uno de los mártires de las misiones en Paraguay, San Roque González, reveló en una carta que los indios estaban atemorizados porque los demonios se les aparecían y no los dejaban ni siquiera dormir, pero que esas vejaciones de los demonios acabaron cuando llegaron los Sacerdotes Jesuitas y empezaron a celebrar la Santa Misa.
La Misa tiene un valor de exorcismo: expulsa a los demonios y estos quedan derrotados, confundidos y huyen de las poblaciones. Es por eso que además los católicos debemos hacer todo lo posible para apoyar las misiones, para que la Santa Misa llegue a todos los lugares; porque los demonios no pueden nada contra la Sangre de Cristo. Pero debe ser una Misa digna para que se note que es la Victoria de Cristo y es la pérdida definitiva de los demonios.
Sigue a los Santos… acepta tu cruz
Hay otras gracias que, sobre este tema, sería muy importante que pidamos a Dios. Que tengamos la mirada sobrenatural de la Cruz cuando vengan las pruebas, cuando vengan las dificultades; que siempre luchemos por combatir el pecado mortal y también el venial deliberado; que procuremos crecer en la vida interior aceptando las cruces que Dios nos envía como purificación de nuestra alma; y privarnos de pequeñas cosas o actividades que tal vez no son malas, pero que se renuncia a ellas por amor a Dios. Eso es lo que hizo Cristo y ese es el camino de los santos.
Cuando, por ejemplo, San Juan de la Cruz, tuvo la experiencia mística en la que un cuadro de Cristo cargando con la Cruz le habló y le ofreció concederle lo que le pidiera, San Juan no pidió gozos, no pidió placeres, no pidió reinos ni tesoros, ni ser privado de dolor o sufrimientos. Por el contrario, lo que San Juan de la Cruz pidió fue “sufrir y ser despreciado por Ti.” Como él, los santos han comprendido que la gloria de Cristo está en la Cruz y que cuanto más nos configuremos a Cristo crucificado en esta vida más, lo gozaremos en la eternidad.
Nuestra Señora la Virgen Santísima, vio sufrir a Cristo y “sin morir mereció la palma del martirio” (S. Bernardo), por eso es la Reina de los Mártires, que Ella nos conceda llevar la Cruz con alegría porque “fuera de la Cruz, no hay otra escalera para subir al Cielo.” (S. Rosa de Lima).





Muchas gracias Padre Jorge por tan valiosa reflexiones.