Actualidad del Magisterio de León XIII
- P. Jorge Hidalgo

- 21 ago
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Actualizado: 24 ago
El Papa León XIII dejó una gran cantidad de documentos sobre la cristiandad que deben ser retomados para luchar contra el liberalismo y la masonería; para que el Estado reconozca la autoridad de la Iglesia y que el católico ocupe su puesto para defender los derechos de Dios. [1]

Por P. Jorge Hidalgo
El Magisterio de León XIII es muy actual y tiene mucho que ver con la doctrina católica y muchos otros temas, pero especialmente con el tema de la Cristiandad. Fue el Papa número 256, su gobierno fue muy importante porque estuvo al frente de la Iglesia durante 25 años, en una época muy convulsionada desde el punto de vista político, también para la Santa Sede. De hecho, tuvo que sufrir grandemente por parte del llamado Risorgimento Italiano cuando Pío IX y León XIII paulatinamente perdieron la gobernanza sobre los estados pontificios, que fue la introducción de las ideas liberales, venidas desde Francia, hacia la península itálica.
En la Profecía de San Malaquías, es llamado Lumen de caelo (luz venida del Cielo). Sin pronunciarnos acerca de la veracidad de tal escrito profético, lo cierto es que esta frase, aplicada al Papa León XIII le corresponde adecuadamente. Un católico no puede ignorar los grandes documentos de este Papa. Tiene razón el P. Julio Meinvielle en designar a este Papa como el “Doctor de la Cristiandad”.[2]
Por esta razón el Papa León XIII escribió muchas cosas respecto del mal, del liberalismo, del comunismo y de la masonería que le impregnaba. Dio muchos de los fundamentos teóricos respecto de cómo debe ser el Estado, y cómo debe ser la Iglesia bien entendida desde el punto de vista católico -porque el liberalismo además deforma la construcción de Iglesia-. También, por supuesto, el Papa dio los fundamentos de la Revelación para definirla de modo adecuado. No hay que olvidarse de la visión sobrenatural que caracterizaba los documentos del Papa León XIII.
Escribió 62 encíclicas, sería imposible resumirlas todas, antes bien hay que recordar que el Papa, por un pedido del Cielo que recibió la Beata María del Divino Corazón, consagró el mundo al Sagrado Corazón de Jesús y ese acto fue considerado, incluso por él mismo, como el más importante de su pontificado. Así que vemos algunas similitudes con lo que hizo don Gabriel García Moreno en su mandato como presidente de Ecuador.
Sobre los documentos que escribió el Papa León XIII sobre el liberalismo y el comunismo, se encuentran la encíclica Diuturnum Illud, sobre el sentido católico de la autoridad, el 29 de junio de 1881; la encíclica Immortale Dei, sobre la constitución cristiana del Estado, el 1 de noviembre de 1885; escribió la encíclica Libertas praestantissimum, sobre la libertad y el liberalismo, el 20 de junio de 1888. También el documento Sapientiae Christianae, sobre la actuación de los cristianos en su condición de ciudadanos en sus propio países, el 10 de enero de 1890; además de la famosa encíclica Rerum Novarum, que dio origen a lo que hoy se conoce como Doctrina Social de la Iglesia, el 5 de mayo de 1891. De hecho, muchos sumos pontífices emitieron documentos para conmemorar el aniversario de esta encíclica. Por último, refiero dos documentos más sobre el tema: Satis Cognitum, sobre la unidad de la Iglesia Católica, el 29 de junio de 1896, y Graves de Communi Re, sobre la acción de los cristianos en política, el 18 de enero de 1901.
Así que, como vemos, el Papa habló muchísimo del tema. Condenó el socialismo, el comunismo y el nihilismo con su encíclica Quod Apostolici Muneris, el 28 de diciembre de 1878. León XIII condenó la masonería, que fue causa de la muerte no sólo de García Moreno y del Arzobispo de Quito, Monseñor José Ignacio Checa y Barba, dos años después, sino también del rey Luis XVI y una multitud de reyes en Europa, lo que provocó rebeliones y revueltas. El Papa señala que también la masonería era la causa de las sediciones en los Estados; expresa algunas ideas sobre ello en la encíclica Humanum Genus, del 20 de abril de 1884.
Liberalismo
En la encíclica Libertas, el Papa nos recuerda que una libertad mal entendida es la libertad del demonio, es decir de Lucifer, quien dijo non serviam, que quiere decir: No serviré. Por esta expresión: non serviam, se entiende una libertad que da pura y absoluta licencia, es decir una libertad para el mal, para la sedición, para asesinar a quien fuere. Ésta es la libertad mal entendida y ésta es la última consecuencia a la cual nos llevaría un liberalismo exacerbado. Claro que no todos los liberales van a estar de acuerdo con una revolución así de extrema, pero este es el principio en el que se sostienen. Además, en esta encíclica Libertas, el Papa nos alerta de tres grados de liberalismo:
El primer grado de liberalismo es un naturalismo en filosofía que coincide, dice el Papa, con el liberalismo en la moral y en la política. Entonces, esta idea sostiene que la razón humana va a resolver todos los problemas. Y si la razón humana, de modo autónomo, va a resolver todos los problemas, entonces se convierte a sí misma en independiente, en norma única de la verdad. Esta idea niega la obediencia debida del hombre a la divina y eterna razón, ya sea a las leyes divinas y sobrenaturales o incluso a las leyes de orden natural.
Y sigue diciendo el Papa, este primer grado de liberalismo se declara a sí mismo independiente. Se convierte en sumo principio, fuente exclusiva y juez único de la verdad; es decir, los parlamentos pueden decir lo que sea, lo que da pie para decir “aprobamos cualquier aberración: aborto, eutanasia, matrimonio -al mal llamado matrimonio igualitario-, etc.; una moral independiente, es decir que solamente con los consensos y los procesos legislativos se da pie a una ley por sí misma justa, lo cual es falso. La idea actual del positivismo jurídico está sostenida por esta mentalidad.
Hay un segundo grado de liberalismo que dice el Papa en el número 13 de su encíclica, en el cual dice que no todos están de acuerdo con las consecuencias de este primer grado de liberalismo, porque (en realidad) son terribles por su misma monstruosidad. Entonces ellos admiten que tiene que haber una recta razón y debe haber leyes sometidas al derecho natural y a la ley eterna de Dios, pero que las leyes divinas no son para todos. A lo sumo sí, una religión natural, pero esas leyes del carácter sobrenatural cuando mucho tienen que quedar para algunos individuos. El problema está que esta mentalidad se deriva de la anterior: una idea está contenida en la otra. Se busca atemperar las consecuencias, no pone a la razón humana como si fuera lo último, en absoluto; pero evidentemente lleva a lo mismo. Porque, en efecto, si es verdad el orden sobrenatural, ¿por qué no puede ser para todos? ¿Hay algunos que estén de hecho excluidos de buscar la verdad, y de abrazarla, con todas sus consecuencias?
Hay un tercer grado de liberalismo dicho por el Papa, en el cual se busca la separación de la Iglesia y del Estado. Y entonces con esta idea dice “que cada uno haga lo que le corresponde, pero que no se meta en el otro ámbito”. Y ésta es una campaña que han tomado en muchos países: ‘Iglesia y Estado, asuntos separados’. Pero esto es imposible, porque si uno estudia el origen real de nuestras sociedades hispánicas, todas las sociedades surgieron desde un punto de vista católico.
Cito un ejemplo de Argentina. Cuando los ingleses invadieron la ciudad de Buenos Aires, antes del primer gobierno patrio, cuando todavía Argentina pertenecía a la corona hispánica, entonces dichos invasores, que por supuesto no eran católicos, prohibieron ir a Misa el día domingo. Y fue ante ese impedimento que los patriotas, liderados por don Santiago de Liniers, se unieron para recuperar Buenos Aires solo porque se prohibió ir a Misa.
Entonces, ¿uno puede negar el origen católico de unas patrias que se han connaturalizado con la fe? Evidentemente no, separar Iglesia y Estado es imposible: es una teorización que no corresponde a la realidad. Por eso, el Papa reafirmó esto en varias de sus encíclicas, recordó que la Iglesia y el Estado son dos sociedades perfectas cada una con su propio fin, el Estado tiene como fin la consecución del bien común (no la suma de bienes particulares), pero ese bien común que busca el Estado tiene que estar abierto a la trascendencia, al fin sobrenatural.
Mientras que la Iglesia es una sociedad perfecta que tiene como fin llevarnos a nosotros al Cielo, el bien comunísimo, como lo llama Santo Tomás, que es Dios[3]. Por eso hay materias y hay ciudadanos que están en las dos sociedades. El bautizado que es ecuatoriano pertenece a la Iglesia y al Estado ecuatoriano, por ejemplo. Es por eso que debe haber cooperación entre las dos. Lo que le corresponde en cuanto al bien común temporal al Estado ecuatoriano, no le corresponde a la Iglesia. Pero sí el Estado ecuatoriano tiene alguna función en orden a la trascendencia. Es decir, no puede desconocer las directivas de los diez mandamientos, el poder sobrenatural de la Iglesia, etc. Eso se llama poder indirecto de la Iglesia sobre el poder temporal, porque en razón del finis operantis, del fin del que obra, la autoridad civil tiene que someterse al poder eclesiástico.
Ese ideal que nos presenta León XIII es la Cristiandad. La cual, de hecho, existió. No es una utopía. En el número 9 de su encíclica Immortale Dei, dice el Papa León XIII: “Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época la eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde y florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado produjo bienes superiores a toda esperanza.”
En Ecuador, por ejemplo, la unidad de la Nación se dio gracias a su presidente, don Gabriel García Moreno. De igual manera la unidad de España se dio gracias a sus reyes católicos que también tuvieron esta visión católica del Estado, donde el Estado produjo bienes superiores a toda esperanza, porque cuando se pone a Dios como el motivo principal de un Estado, entonces los Estados florecen y se logran bienes sobre toda esperanza. Dicho de otra manera: nunca España fue tan grande, incluso desde el punto de vista de su poderío político y económico, que cuando fue católica. La tarea de la unificación fue larga, porque la reconquista duró 800 años.
Y también eso sucedió en Ecuador: siempre sucede cuando se da a la Cristiandad el fin último buscado de manera propia por el Estado. Es decir, cuando se busca a Dios mismo, como fin trascendente, y todos los medios naturales en orden a ese fin. Así se cumple la palabra del Evangelio que nos exhorta a buscar primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás, que es la prosperidad temporal, se dará por añadidura.
Sigue en ese número el Papa León XIII: “Habríamos conservado también hoy todos estos mismos bienes si la concordia entre ambos poderes se hubiera conservado. Podríamos incluso esperar fundamentalmente mayores bienes si el poder civil hubiera obedecido con mayor fidelidad y perseverancia a la autoridad, al magisterio y a los consejos de la Iglesia.”
Pero esta unidad se vio lamentablemente corrompida por la masonería, condenada en muchísimas ocasiones tanto por los Sumos Pontífices, como en particular por este Papa. En el número 4 de Humanum Genus encuadra este tema en la teoría de San Agustín de las dos ciudades: “Dos amores hicieron dos ciudades y son dos amores que están enfrentados porque el amor de sí mismo busca el desprecio de Dios edificando la ciudad terrena y el amor de Dios edifica la ciudad celestial hasta el desprecio de sí mismo.” Entonces son dos visiones antagónicas.
Dos amores que llevan a dos móviles de las intenciones, de la voluntad. Dos amores que llevan a obrar en leyes, en concepciones de vida completamente diferentes. Es por eso que, lamentablemente no sólo los demonios, que son ángeles que rechazaron el camino de la santidad, luchan contra Dios; sino que también hay hombres que luchan contra Dios en este mundo y a eso se llama masonería.
El Papa además nos recuerda que para que tener esta visión de la Cristiandad y esta visión de la concordia de los dos poderes, necesitamos dos cosas:
Ante todo, necesitamos tener la revelación bien fundada. Por eso, en su encíclica Providentissimus Deus, sobre los estudios bíblicos, del 18 de noviembre de 1893, el Papa nos recuerda que la Sagrada Escritura no es un libro igual a cualquier otro libro religioso, o cualquier otro libro de teología o de espiritualidad escrito sobre este mundo; sino que la Sagrada Escritura es un libro único que tiene a Dios por autor y como tal tiene que ser interpretado. Así que este es el primer documento, de tantos otros que después desarrollaron la divina inspiración de la Sagrada Escritura. Debe ser siempre interpretada en la Tradición de la Iglesia y el Magisterio tiene esta función de custodiarla. Jamás se la puede interpretar de modo subjetivo, pues ello nos llevaría a la equivocidad, y así Dios no podría comunicarse con nosotros.
Otro de los puntos muy importantes, no sólo para este tema de los dos poderes, es el de volver a poner la centralidad en la doctrina de Santo Tomás de Aquino, según propuso el Papa León XIII y no fue el único que lo hizo, sino muchos otros antes y también después de él. En su encíclica Aeterni Patris, del 4 de agosto de 1879, recordó que Santo Tomás de Aquino no es un teólogo más, sino que es el príncipe de los teólogos. Dice en el No. 12: “Entre los doctores escolásticos brilla grandemente Santo Tomás de Aquino, príncipe y maestro de todos, el cual, como advierte Cayetano, por haber venerado en gran manera los antiguos doctores sagrados, obtuvo de algún modo la inteligencia de todos.”
“Se aprende más un año estudiando a Santo Tomás, que estudiando toda la vida a todos los Padres y Doctores de la Iglesia juntos.” Eso lo dijo Juan XXII, el Papa que canonizó a Santo Tomás. Así que nosotros tenemos que volver a Santo Tomás como el gran faro que Dios ha dado a este mundo, perdido ahora por el relativismo.
No ceder en la lucha a favor de los derechos de Dios
El Papa León XIII recordó también en sus distintos documentos la importancia de las misiones, justo en un mundo que reniega de la obra de España en América. En su carta Quarto Abeunte Saeculo, emitida con motivo de los 400 años del descubrimiento de América, el 16 de julio de 1892, expuso que ese hecho fue por sí mismo el más grande y hermoso de todos los que tiempo alguno haya visto jamás. No se podrá poner en duda la gran importancia de la fe católica en el inicio y realización de este evento, al punto que también por esto no es poco lo que el género humano le debe a la Iglesia. Les recomiendo que, cuando se hable de la leyenda negra y de que España vino a matar indios y cuantas cosas sin fundamento alguno en la historicidad, lean esta carta del Papa León XIII.
Además, el Papa que destacó la importancia de la visión sobrenatural, tuvo una visión de San Miguel Arcángel, en la que vio la crisis actual de la Iglesia. Por esta visión sobrenatural que lo caracterizaba, en su encíclica Quamquam Pluries, del 15 de Agosto de 1889, colocó a San José como patrono de la Iglesia Universal, y escribió doce encíclicas motivando a rezar el Santo Rosario. Porque, evidentemente, la asistencia de la Santísima Virgen es lo más importante para que en este mundo nosotros no cejemos en la lucha a favor de los derechos de Dios.
Y quiero terminar citando nuevamente el documento Sapientiae Christianae, en el que el Papa nos insiste en ocupar nuestro puesto en la familia, en las instituciones públicas, en los cuerpos intermedios, en la política, en la educación, en la seguridad, en todos y cada uno de los ámbitos. Dice el Papa en el número 7 de este documento: “Ceder el puesto al enemigo o callar, cuando de todas partes se levanta el incesante clamoreo para oprimir la verdad, propio es, o de hombre cobarde, o de quien duda estar en posesión de las verdades que profesa. Lo uno y lo otro es vergonzoso e injurioso a Dios, lo uno y lo otro es contrario a la salvación del individuo y de la sociedad. Ello aprovechará únicamente a los enemigos del nombre cristiano porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos. El cristiano ha nacido para la lucha y cuanto ésta es más encarnizada, tanto con el auxilio de Dios es más segura la victoria.”
Que la espada nos anime a luchar por Cristo Rey en este centenario de la Encíclica Quas Primas, que nos incite a poner toda nuestra inteligencia y nuestra voluntad al servicio de Cristo nuestro Señor y que con don Gabriel García Moreno les digamos, aunque nos vengan a matar: “Dios no muere”, pues Él nos dará la victoria.
[1] “Actualidad del Magisterio de León XIII” es la ponencia del Padre Jorge Hidalgo en el Congreso “Las Dos Espadas”, realizado en Guayaquil y Quito, Ecuador; conmemorando el 150 aniversario del martirio de Gabriel García Moreno. Presentamos aquí un resumen de la exposición.
[2] Lo llama en realidad “Doctor de la nueva Cristiandad”, en Hacia la Cristiandad, p. 52. Pero dado que después combatió con razón esa expresión (porque fue la tergiversación de la doctrina que hicieron Lamennais, Marc Sagnier, Maritain y Mounier, entre otros), nos parece que somos fieles a su idea si le suprimimos el adjetivo que omitimos.
[3] «Quia in quolibet genere quod est perfectissimum est exemplar et mensura omnium quae sunt illius generis, oportet quod Deus, qui est in bonitate perfectissimus et suam bonitatem communissime diffundens, in sua diffusione sit exemplar omnium bonitatem diffundentium.» (“Como lo que es perfectísimo en un género cualquiera es el ejemplar y la medida de todo cuanto está comprendido en él [Aristóteles, Met., I, 1], es preciso que Dios, que es perfectísimo en bondad y la difunde universalmente, sea, difundiéndola, el ejemplar de cuanto la difunden.”). [Santo Tomás, Contra Gentiles, L. III, c. 24, n. 8]





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